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5 marzo 2010 5 05 /03 /marzo /2010 18:41
Deadly sinners, para los que les guste, y si teneis buen seguro médico bailad pogo al ritmo de la música xD

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5 marzo 2010 5 05 /03 /marzo /2010 16:54

Nunca había tenido sueños, teniendo en cuenta que solo hacía un par de días que durmió por primera vez, aliviando el cansancio físico y mental. Hasta logró desconectar de todo lo que le rodeaba y le invadía por dentro, pero esa noche tuvo por primera vez una experiencia onírica.

Pero más que un sueño fue una pesadilla.

Era un sueño extraño, pero a la vez muy real. Se vio a si mismo, en el vacío negro que tanto conocía, arrastrándose entre las mareas de almas que entraban por esas grietas que le liberaron de su cárcel de oscuridad total, oyendo como sus camaradas torturaban y destrozaban esas mismas almas. Durante todo el trayecto notaba esa tracción cada vez más fuerte que tiraba de él para traerlo de vuelta.

¿Creias que nos habíamos olvidado de ti…? —escuchó detrás de él, la voz de una de las entidades más negras del foso.

Le faltaba muy poco para escapar, el otro lado de la grieta estaba cerca. Los pliegues de la realidad se mantenían abiertos, nadie vigilaba al otro lado…

Agarró los bordes de las grietas de lacerante luz. Entonces una mano, la colosal mano de un titán de ébano agarró su pierna izquierda, un barón del infierno empezó a tirar de él.

Estás tan maldito como nosotros… ese ya no es tu mundo —dijo la voz, tan negra que podía cortar la luz.

En su cama de hospital comenzaba a revolverse entre las sábanas, a temblar descontroladamente. Inconscientemente nadie tiene control sobre sí.

El dantesco brazo cada vez tiraba más fuerte, mientras que en la realidad sus movimientos eran más violentos cada vez. La cama entera comenzaba a temblar salvajemente.

—¡Suéltame!

¿Qué te suelte? Necio. ¿Aún crees que puedes dirigir tu destino? Te conozco, fulgor del norte, y aunque en este agujero nadie recuerde tu nombre verdadero, no por eso eres libre. No podrás escapar de mí como hiciste siempre…

La botella de agua que reposaba sobre la mesilla de al lado de la cama se agitaba también, y el agua parecía que había entrado en ebullición, y al igual que si estuviera en una olla a presión empezó a salir vapor por los resquicios tapón a causa de la presión.

—¡He dicho que me sueltes! —gritó furioso, sin soltar las ardientes grietas que abrasaban sus manos.

Durante todo tu encierro no te comportaste como uno de los nuestros. Estos muros agrietados pronto caerán, y el mundo en el que estás será el siguiente. Si no tienes claro dónde debes estar no te interpongas, o serás el primero en ser destruido.

De pronto, la botella reventó, y fue como la primera ficha de dominó que efectuó una reacción en cadena. Despertó de golpe en el momento en que ese brazo triunfaba, arrastrándole de nuevo al negro abismo. Se incorporó y lanzó un grito que le abrasó la garganta.

—¡¡¡NOOOOOOOOO!!!

Su cuerpo y su voz fueron el origen de una onda expansiva, invisible, pero lo bastante fuerte como para provocar miles de grietas en los cristales de las ventanas.

Respiraba rápidamente, notaba su cuerpo ardiendo. Se miró las manos, que estaban echando humo. El agua que le empapó, en contacto con su piel se evaporaba.

No pudo aguantarlo más, necesitaba ir al baño, a echarse algo de agua a la cara. Se sentía furioso, pero se obligó a tranquilizarse. Con aquel enfado fue igual que si volviese a oír los gritos de los condenados del foso.

Cuando la humedad del agua le tocó la piel miró al espejo, con el ceño fruncido. Empezó a dolerle la cabeza por aquella agitación, y cuando cerró los ojos, las luces parpadearon de forma que parecía que la corriente se volvía inestable. Al tenerlos cerrados no pudo ver que con el bajón de luz. Momentáneamente, en su reflejo se mostró una sombra, como una distorsión de la realidad, en la que se mostró su auténtica forma. Pero en cuanto volvió a abrirlos, solo veía su cara empapada de agua.

Decidió volver a la cama, tenía que estar relajado para cuando llegase el médico. No era justo lo que habían hecho, pero si pretendía cambiar las cosas, todavía tenía que prepararse.

* * *

En aquel mismo momento, a siete kilómetros de allí, había una mujer joven. De apenas veintitrés años, era dueña de una discoteca llama Sucubus nest, un local de mucho éxito, y todo gracias a su… manutención.

Escribía tranquilamente en su escritorio, en un despacho en la parte de arriba del mismo local. Además de inteligente era bella, de cuerpo esbelto y mediana estatura, con melena negra y rasgos mediterráneos. La punta de su bolígrafo se movía rápidamente sobre el papel, hasta que de pronto, la paró en seco. La luz de su cuarto parpadeó levemente.

Rocío levantó la vista, pero no enfocaba nada determinado, porque era aquella sensación, aquella vibración que siempre notaba cuando algo ocurría, cuando pasaba algo fuera de lo normal.

Cuando otro de los suyos utilizaba su poder.

No cabía duda. No podía ser aquel monstruo que rondaba por la ciudad, porque ese eco no estaba tan cargado de oscuridad como cuando él actuaba y porque su territorio está en la otra punta de la ciudad. No era el devorador.

Hay otro.

El papeleo del local podía esperar, aquello era de mayor trascendencia. La distorsión fue demasiado débil como para saber dónde ocurrió, pero no debía ser muy lejos.

Cogió el teléfono inalámbrico y llamó a alguien que podía hacerse cargo de encontrar a ese Elohim. Si no lo encontraba antes que el devorador, la guerra acabará en una masacre por las calles de Madrid.

* * *

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5 marzo 2010 5 05 /03 /marzo /2010 16:52

Javier agarró el pasamanos de la cinta transportadora, con la frente perlada de sudor, estaba agotado de tanto caminar. Sin embargo el doctor Marcos parecía satisfecho con sus progresos, pero eso le daba igual, aquellos ejercicios los hacía para si mismo.

—Creo que es bastante por ahora —dijo el médico, parando la máquina—. A la próxima estaremos un rato más.

—Puedo continuar —le respondió, pero su cuerpo daba signos evidentes de que no. El sudor corría por su cara.

—No, de momento es suficiente, o mañana no podrás levantarte de la cama.

Al final tuvo que conformarse con aquello, el doctor tenía razón, si seguía seguramente caería rendido con la cinta en marcha.

Al poco rato había vuelto a su cuarto y se había dado una ducha. Se tendió en la cama casi como si se hubiese dejado caer en ella como un tronco seco. Se decía a si mismo que por el momento era suficiente, tantos ejercicios, psicólogos terapeutas ocupacionales…

De pronto tocaron a la puerta, y se sorprendió un poco cuando al dar paso, la figura de Lucia atravesó el umbral. Javier sonrió, solo para que ella lo hiciese también, todavía recordaba el malestar de la última vez.

—… Hola Lucia.

—Hola Javier —dijo ella, mostrando alegría y acercándose a la cama. En su mano derecha llevaba una bolsa.

Javier parpadeó un par de veces, tenía que tratar de ser sociable.

—… No sabía que el banco cerrara tan temprano.

Ella se sonrojó un poco.

—Ah si, veras es… es que pedí el día libre —empezó a tartamudear un poco. Parecía que aquella situación la ponía un poco nerviosa—. Menos mal que soy la jefa del banco.

Él rió levemente, y ella siguió hablando, pero muy deprisa.

—Verás, Duke me dijo que habéis hablado, que tienes cierta dificultad para recordar ciertas cosas pero que poco a poco te recuperas, y pensé que tal vez…

—Espera, para, para… no me entero de nada, más despacio —respondió él. En realidad entendió todo lo que dijo pero quería que se tranquilizase un poco.

Ella inspiró y expiró pausadamente.

—Bien, que he venido para ver como estabas y pasar un rato contigo por si puedo ayudarte a recordar un poco.

Javier comprendía que quería ayudarle. Vargas le contó lo que pasó durante la separación, que tenía su vida con otro hombre, e incluso había tenido otro hijo con él. No sabía mucho sobre los lazos que unían a dos personas en aquellos tiempos, pero entendió que si alguien quería rehacer su vida, estaba en su derecho. Incluso él estaba tratando de hacer lo mismo.

—Recuerdo algunas cosas… pero… no es fácil, casi todo es nuevo para mí… —mintió, aunque no del todo. Solo lo dijo de forma superficial. Interpretar un papel… deberían darle un oscar si no fuese algo muy rebuscado.

Ella trataba de comprender hasta donde alcanzaba, imaginándose por lo que debía estar pasando.

—… ¿Cómo está Luis?

Aquella pregunta la sobresaltó, y al mismo tiempo la alivió un poco. Pero luego le faltaban las palabras. ¿Cómo explicarle a un padre que su hijo ya no quería saber nada sobre él?

—… Luis está… bien, aunque la verdad, no se cómo se va a tomar el que estés despierto de nuevo. Cuando nos separamos aquello le afectó mucho.

Él la entendía, más de lo que ella pensaba. Luis pensaba que su padre le abandonó, y ni siquiera sabía si era cierto.

—No quiere verme, ¿verdad?

Ella acabó suspirando.

—Javier, entiéndelo, me he casado… y ahora Luis y yo tenemos una familia con otra persona. No quiero que por ello estés enfadado conmigo y…

—Lo entiendo.

—… ¿Qué?

—Entiendo que ahora tu lugar está con otro. No tengo problemas con nadie, y menos contigo.

Ella enmudeció. Al ver la cara de su exmarido, supo que no mentía, pero le asustaba en parte esa actitud, cualquier persona normal se habría disgustado o enfadado, era como si no tuviera ninguna emoción. Descartó esa idea poco después, achacándolo al hecho de que no sabía lo que decía al no recordarla del todo.

—… Gracias —dijo ella.

Durante un rato hubo un silencio incomodo, hasta que ella abrió la bolsa.

—Te he traído un par de cosas —dijo, volviendo a sonreír—. Han estado cogiendo polvo en un cajón.

Puso la bolsa junto a él. Javier miró en su interior y empezó a sacar cosas. Un reloj, una cartera, un teléfono móvil…

—Preferí guardártelos, los de urgencias tienen los dedos largos.

Abrió la cartera, curioso por saber qué tenía dentro. Encontró varias cosas, la mayoría inútiles. Tarjetas de crédito caducadas, horarios de trenes… pero se interesó más por su DNI, el cual sacó y miró con detenimiento. En la foto estaba más arreglado, mas joven, y no tan delgado. Miró su edad y empezó a contar, tenía veinticuatro cuando sufrió el accidente. La diferencia era mayor en apariencia por estar sin asear. Comparando el antes y el después, parecía un vagabundo.

Había más en la cartera, tres fotos, una de ellas los mostraba a los dos, juntos y mucho más jóvenes. Luego miró detenidamente la segunda foto. Era de su hijo, una foto de un niño de cinco o seis años de pelo castaño y delgado, con ojos azules.

En la tercera imagen estaban los tres, sonriendo ante la cámara que les hizo la fotografía. Se mantuvo callado, escudriñándola. Parecían felices, pero no lo recordaba. Él no vivió eso.

—Ahora tiene quince años —dijo ella.

Intentó imaginar que aspecto tendría en la actualidad, pero no sabría decir, aquello despertó en él emociones que no conocía. Ella miró sus reacciones, Javier era tan distinto a como se comportaba al despertar, ahora mostraba mucha más… ¿humanidad?

Él levantó la vista de la foto, para mirarla.

—Menuda vida me perdí, ¿verdad? —preguntó, y recalcó aquella cuestión levantando las cejas y sonriendo con tristeza. Entendía muy bien lo que sentía ese niño, estuvo bajo circunstancias similares con su propio “padre”.

La miró a los ojos, sin siquiera parpadear. Tal vez podría hacer algo para cambiar de tema, pero antes prefirió animarla un poco.

—Dicen… que al final solo quedan los buenos momentos.

Es triste que no recuerde ninguno…

Si bien lo que dijo no era cierto (para él), la actitud desenfadada con la que lo dijo la animó un poco.

 —¿Puedo pedirte algo? —preguntó, Aquello pareció entusiasmarla en cierta manera, le venía bien hacerla sentirse útil.

—Puedes pedirme lo que quieras, para eso estoy aquí. ¿Qué necesitas?

Él volvió a sonreír.

—Me gustaría asearme un poco.

* * *

Tomás Ferrero veía los avances de la televisión en ese mismo momento, mientras comía con su mujer y su cuñado de invitado. Las noticias últimamente se centraban en los eventos ocurridos, en especial la del “amo de la bestia”. A ninguno de los sentados en esa mesa le parecía apropiado ver eso comiendo.

Ferrero era un hombre atractivo, de facciones algo duras y de pelo corto, cuya barba bien cuidada le daba un aspecto informal y a la vez soberbio. Siempre se mostraba en un aire desenfadado, lo que decía mucho a su favor la mayoría de las veces.

Cuando ya no aguantaba más, Tomás acabó apagando el televisor.

—Ya era hora de que lo hicieras —le dijo su cuñado Joaquín—. Eso revuelve el estómago a cualquiera.

María estaba totalmente de acuerdo con su hermano.

—A saber quien fue el lumbreras que dio permiso para hacer el reportaje. No sabéis lo que pueden llegar a decir los niños de primaria que lo ven después de los Simpsons.

—Lo mejor es no hacer caso —respondió Tomás, tratando de no levantar la mirada de la comida—. Seguro que es otra de esas mierdas de manipulación de la información, o un truco de la policía para pillar al responsable.

—¿Y por qué iban a mentir sobre algo así?

—Venga María, ¿si de pronto ves en la tele a un grillado diciendo que han gravado a un marciano te lo crees? —preguntó Tomás.

Ella se calló, iba a rebatir eso, pero desde luego tampoco iba a seguir con un tema así de desagradable.

—Desde luego, Iker Jiménez le va a darle un beso a quien montase todo ese circo —soltó su cuñado, y los tres a punto estuvieron de echarse a reír, pero era un chiste demasiado malo.

María empezó a recoger la mesa, cuando Tomás miró su reloj y entonces se levantó y empezó a  moverse muy deprisa.

—Joder, voy a llegar tarde.

—Oye, que no me engañas, todavía no son las tres y me… — decía ella, con un dedo levantado, pero él la cortó de un beso, en el que puso bastante empeño. Joaquín levantó una ceja y emitió una risilla. Cuando terminaron, ella le dedicó una mirada de molestia.

—Cómo te odio —dijo, sonriendo.

—Yo también te quiero —le respondió, cogiendo la maleta y la chaqueta y saliendo por la puerta.

A los cinco minutos ya estaba metido en el coche, directo al trabajo. Era un hombre que disfrutaba mucho de su oficio, trabajaba en el Instituto Nacional de Estadística como jefe de personal. Desde luego acertó de pleno cuando aprobó las oposiciones en el momento justo, acabó con buen despacho y buen horario. Hasta tenía su propia plaza de aparcamiento. Además cobraba del estado, así que no podían despedirle si no era por algo realmente gordo.

Cuando llegó a su planta le llegó el olorcillo a desinfectante, hacía poco que las limpiadoras pasaron por su sección. Llegó veinte minutos antes de tiempo, pero los técnicos y el supervisor que añadió a la plantilla hace unos meses ya estaban trabajando, registrando y codificando en sus terminales los resultados de las encuestas a las que estaban al cargo. Su labor era tan importante para los demás como sencilla para él. Se encargaba de establecer los salarios y dietas, gestionaba las vacaciones de los empleados, observaba y evaluaba la eficiencia de los mismos… los trabajadores no le veían como un santo ni como un ogro, pero en su presencia al menos mantenían el tipo.

Sin embargo, su fama no era tan buena a otros niveles.

Corrían rumores en la oficina, sin embargo ese asunto no le preocupaba. Sabía lo que tenía que hacer en caso de que llegase a ocurrir. Y además, tenía trabajo que hacer, después de todo faltaba poco para fin de mes.

—¿Señor Ferrero?

Se giró hacia la voz femenina que lo llamó. Tania Miranda, la secretaria de dirección, alzaba levemente la mano desde su escritorio. En las últimas semanas era la comidilla de la oficina en vigor por su… ¿Cambio? No podía llamárselo de otra forma. Llevaba algo más de tres años metida como chica de los recados, y acabó siendo la secretaria hacía un par de meses. La definición de “mosquita muerta” le iba que ni pintada cuando llegó a la empresa, por su pinta solitaria, evasiva y antisocial.

Tomás recordó que antes de aquel cambio, estuvo una temporada nerviosa, se apartaba más que de costumbre, como si algo la atemorizase. Entonces pidió una semana de vacaciones, la primera desde que trabajaba en el INE. Cuando volvió, su actitud volvía a ser la de siempre, pero fue entonces cuando empezó a cambiar de forma progresiva. Primero en su actitud, y luego en su apariencia. Si al principio era reservada y vestía de forma humilde, ahora era segura de si misma, vistiendo ropa mucho más elegante y provocativa. Tal actitud le valió aquel ascenso, por así decirlo.

—Señor Ferrero, ¿puede venir, por favor? —le pidió, con una voz melodiosa y atrayente, antaño temerosa y quebradiza. Tomás fue hacia ella.

¿Quien se puede negar?

Cuando llegó a su altura, pudo apreciar en su mayoría el cambio. Unas diminutas gafas se apoyaban en su nariz ligeramente respingona, el pelo castaño suelto y rizado, unos pómulos esculturales y unos labios carnosos. Vestía una blusa blanca de amplio escote y mangas casi inexistentes. Desde donde estaba Tomás, podía ver la corta minifalda, continuada por unas piernas impresionantes, acabadas en unos tacones finísimos. Pero no fueron los tacones los que por poco provocan en el una reacción involuntaria.

Ella hizo un leve gesto con un bolígrafo, indicándole que estaba algo más arriba, y cuando él volvió a la realidad, ella le recibió con una sonrisa coqueta.

—La directora quiere que se reúna con ella en cuanto llegue.

Tomás miró su reloj, faltaban tres horas para eso. Le parecía bien.

—Muchas gracias, Tania. Si puedes hacerme el favor, avísame cuando esté en su despacho —le contestó, y se dio la vuelta con el paso algo ligero y el pulso un poco acelerado.

—¿Necesita algo más, señor Ferrero? —preguntó Tania, acomodándose en el sillón y haciéndolo girar un poco.

—No, gracias —respondió, aireándose el cuello de la camisa con el índice.

Hay que joderse con la mosquita muerta —pensaba él. Desde luego, ella había cambiado.

Llegó a su despacho, el olor no era tan fuerte allí, las ventanas estaban abiertas. Mesas y estanterías del mejor roble, sillones de cuero, buenas vistas… Aquello sería su paraíso particular de no ser porque tenía que trabajar.

* * *

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4 marzo 2010 4 04 /03 /marzo /2010 14:36
Adoro devil may cry, debería orientar el relato a escenas de acción como las del juego xD

Aquí os dejo un video de Breaking Benjamin.

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4 marzo 2010 4 04 /03 /marzo /2010 14:25
“Hay entre nosotros quien dice que a veces el cascarón te elige a ti y no al revés, que es imposible tomar un cuerpo por la fuerza, y que elegir una herramienta que no es afín a tu propia esencia hace que el cuerpo se revele o falle en el peor momento.”

“En ese caso debía estar muy débil cuando crucé la grieta... no lo se.”


MaDRID, 28 de SEPTIEMBRE 2009

 

 

Al principio nada es fácil, eso lo saben hasta los niños, y Javier no consideraba que su situación fuera distinta. Había conseguido pocas cosas en ese tiempo, y no descubrió mucho sobre su nuevo pasado en esos tres días. Al menos en los otros ámbitos había conseguido un avance, ya podía comer alimentos sólidos, y con ello había comprendido que la comida del hospital no era para nada buena. Pero lo que más agradecía el era que su salud había mejorado suficiente como para mantuvieran apagada la máquina que mostraba sus constantes vitales.

Despertó a las diez de la mañana, cuando le trajeron el desayuno. Le habían cambiado de habitación, en la que estaba ahora solo la ocupaba él, y fue algo que también agradeció. En la soledad se podía pensar mejor.

Comió utilizando cuchillo y tenedor. La primera vez que tomó alimentos sólidos lo hizo con las manos, cosa que extrañó mucho a Duke y que a Javier le dio que pensar, hasta que los recuerdos volvieron a llegarle, mostrándole cómo debía comer según los cánones de la sociedad. Por suerte, conceptos básicos como ir al baño ya le eran familiares… habría sido humillante cagarse encima.

Lo que si fue algo que no se esperaba fue cuando utilizó la ducha. Una cosa era poseer recuerdos de otro y otra muy distinta tener una primera experiencia. El agua salió tan fría que le obligó a gritar. Coño, ¿por qué pediría el anciano de los días que sus hijos tuvieran un cuerpo tan inútil? Comer, beber, cagar y mear, ducharse, afeitarse y un montón de cosas más que requería el mantenimiento de un ser así. Tales cosas no eran necesarias para entes como él en el pasado.

Pensando sobre todas esas cosas terminó de comerse el desayuno. Se sentía mejor que en un comienzo, ahora por lo menos el estómago dejó de crujirle.

Dentro de poco vendrá el fisioterapeuta, igual que ayer.

Se levantó de la cama y se puso a mirar por la ventana. Entonces su estado de ánimo cambió por completo.

Todo era diferente a como lo dejó hace tantísimo tiempo. Habían destruido todos los dones que les habían dado… El mundo estaba hecho trizas, y sus habitantes parecían muertos por dentro.

Se sintió mal, al principio sintió hasta enojo, tanto hizo él y los suyos para arreglarlo… y ahora, en vez de edificaciones majestuosas solo quedaban esas frías columnas de acero y piedra, a las que llamaban “pisos” o “rascacielos”. La lluvia del exterior no mejoraba para nada el paisaje.

¿Tanto había sufrido por ellos para que así se lo pagasen?… Puede que ese fuese el motivo por el que los ángeles no se quedasen. No son necesarios guardas de seguridad en un vertedero decrépito.

Se percató de que alguien estaba tocando la manilla de la puerta, pero ni siquiera se giró. Entonces escuchó la voz de Duke tras el sonido de la puerta al abrirse.

—Preciosas vistas, ¿verdad?

—Son horribles —le respondió, apartándose de la ventana y sentándose en la cama. Vargas esperaba una conducta un poco menos negativa.

—¿Una mala noche?

Javier lanzó un suspiro, tratando de cambiar de tema y olvidar su malestar.

—Y un mal despertar… —y giró la vista hasta Duke. Se dio cuenta de que prefería no tener que hablar de nada, solo estar solo—. El hospital tiene más de doscientos pacientes, ¿no tienes que atender a ninguno?

Vargas rió en respuesta.

—No se si recuerdas que hace diez años tu también perdías el tiempo por estos mismos pasillos cuando un amigo estaba en una camilla.

Con aquella frase le llegaron la curiosidad y las dudas, ahora si tenía ganas de hablar.

—… ¿Trabajaba aquí?

—Por supuesto, eras el jefe de urgencias. Más de una vez estuve en un quirófano contigo.

El paciente se mantuvo en silencio un par de segundos, haciendo como si estuviese recordando algo insignificante, como un detalle sin importancia. De vez en cuando veía fragmentos de su pasado. Había imágenes de él con bata blanca o con pijama verde, jugando con las tripas abiertas de la gente para devolverles la salud.

—Ah… sí.

—La verdad es que me tuve que ocupar de tu despacho todo este tiempo, a ver si hay suerte y te lo vuelves a quedar. Bueno, venía a traerte algo de comer, lo necesitarás si quieres recuperarte pronto.

—No tengo hambre —y entonces Javier se fijó en la carpeta que el médico tenía bajo el brazo—… y no has venido solo por eso.

Duke parpadeó un par de veces, adquiriendo seriedad.

—Verás, han llegado los resultados de las pruebas que te hicieron ayer. El neurólogo te ha diagnosticado amnesia histérica post-traumática.

Al ver que no comprendía cuando levantó las cejas y puso una cómica cara de idiota continuó.

—… Las resonancias y demás que te hicimos antes y después de despertar no muestran ninguna lesión cerebral. Sea lo que sea tu problema es emocional o psicológico, como si hubieras bloqueado tus recuerdos a modo de mecanismo de defensa.

Entendía la explicación perfectamente, pero había cosas que le hacían dudar.

—¿Defensa hacia qué?

Duke trató de ser lo más simple posible, intentando no abotagar a Javier de conceptos médicos que podría no entender por el momento.

—… Un trauma grave tal vez, no lo se. Habría tenido sentido si hubiese lesión pero… que se reprima toda una vida por un acontecimiento es raro, muy raro. Lo que es una buena noticia es tu evidente mejoría, te acuerdas poco a poco de ciertas cosas, ya no muestras apenas desorientación —entonces le sonrió—… A veces tienes sentido del humor…

Javier imitó al médico por unos momentos, tuvo su gracia en cierta manera. En el fondo le agradeció la explicación que había recibido, ahora podía justificar su falta de recuerdos con ella de necesitar hacerlo. Era preferible contar eso a tener que explicar su memoria no le pertenecía.

—¿Y qué tratamiento hace falta?

—Verás, cuando estés fuera de aquí puedo recomendarte a un amigo mío, un psicólogo que hace bastante bien su trabajo… pero creo que eso es cosa del trabajador social.

—Anda Duke, no me jodas —le dijo con desgana, pero sin enfado—, sabes perfectamente lo que me va a decir con su psicología barata.

No supo que responder a eso hasta que lo pensó un poco, y entonces rió.

—Parece que hay cosas que si recuerdas, puto cabrón —le dijo, desde la amistad—, pero sabes que hay que hacerlo.

El paciente dio un bufido, y luego le miró con el típico gesto de “si no hay más remedio…”

—Hay que joderse… tengo que ser revisado por un tío que en la facultad ponía electrodos en los cerebros de las ratas para ver su comportamiento. Anda, ayúdame a levantarme.

* * *

—Tiene que ser una broma a la fuerza.

—Me temo que no, señorita Vinas.

Los dos policías acababan de llegar al laboratorio de la comisaría. Lorenzo Villalobos era el encargado de hacer los análisis, para determinar a qué especie pertenecía aquel animal. Era un hombre de treinta y pocos, con cierta alopecia y con gafas que le cubrían casi media cara. Llevaban tiempo esperando los análisis de las distintas muestras de saliva de los ocho cadáveres, pero Lorenzo estuvo con otro caso fuera de la ciudad, así que tuvieron que esperar.

—¿Me estás diciendo que esa cosa que va por ahí comiéndose a la gente es un maldito monstruo sin identificar?

—“Especie” sin identificar. Al principio pensaba que se trataba de algún conjunto de animales por las muestras que he recibido desde la primera muerte, y sea lo que sea, no aparece en la base de datos, ni siquiera es del extranjero, el ADN del pelo y la saliva encontrada en la parejita de enamorados es idéntico, pero me atrevo a decir que no pertenece a ninguna especie conocida por el hombre.

Aquello era tan desconcertante que Julia tardó en hablar.

—Joder, Lorenzo, ¡dame algo con lo que pueda trabajar!

—… Bueno, ese bicho tiene que ser de gran tamaño como para hacerle eso a un humano adulto. Los pocos moldes que he conseguido hacer en esa carne triturada son esto —y enseñó un molde gris de una mandíbula enorme, con dientes largos y puntiagudos de tres a cuatro centímetros de largo—. La forma de las mandíbulas es similar a la de muchas clases de felinos grandes africanos, como el león, pero el tamaño de la mordedura implica que esa cosa o es el doble de grande y pesa cerca de ochocientos kilos, o tiene por mandíbula como la boca del metro. Pero agarraros, porque lo que viene ahora es todavía mejor.

Pulsó un par de teclas de su ordenador y cliqueó en el ratón. Tres segundos más tarde la impresora sacó un folio impreso.

—ADN de reptil.

—… Oye Lorenzo, te respeto como policía, pero creo que te estás pasando con tus pantomimas de friki. Si intentas quedarte conmigo…

—Pues resulta que con lo nuevo y avanzado que es este equipo todavía carece de sentido del humor propio. Esta es la tercera vez que hago el análisis con la muestra que me disteis, y he consultado con los principales expertos en fauna. “Esa cosa no puede existir de forma natural” —recalcó—, así que o tu gatito es un pequeño godzilla radiactivo, o bien es alguna clase de hibrido producto de algún genio jugando a ser el doctor Moreau, y los pocos genetistas locos que conozco también se están llevando las manos a la cabeza por lo que les mandé en las muestras —dijo, con seriedad.

Pero los policías eran de mente racional.

—Esto no nos sirve —terminó diciendo David.

—Si no os gusta es lo que hay.

Los ojos de Julia se desviaron a un lado, al suelo, mientras se mordía el labio inferior. Luego, con un bufido salió del laboratorio. David fue detrás de ella, persiguiéndola a lo que casi era paso ligero.

—¿Pero qué pasa?

—Esto es una mierda, ¡una mierda! No tengo nada bueno que contarle al jefe, seguimos sin saber dónde buscar, y ese puto bicho sigue en Dios sabe dónde, matando gente. Quiero ese maldito informe de las líneas de metro cuanto antes. Me importa una mierda lo que sea esa cosa, hay que pararla ya.

—¿Qué te hace pensar que seguirá matando?

Ella se paró, como si hubiese escuchado la mayor gilipollez del mundo en boca de alguien que sabía que no era idiota… la mayoría del tiempo.

—Por la misma jodida necesidad que comparte con el resto de los seres vivos. Comer.

* * *

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3 marzo 2010 3 03 /03 /marzo /2010 10:32
Esta va para todos los fans de Chrome division.

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3 marzo 2010 3 03 /03 /marzo /2010 10:25

Esto me lo pasó un colega, y lo tuve bastante tiempo acumulando polvo en la carpeta de archivos recibidos. A ver si os gusta xD


Lista de nombres raros reales, según la revista "Muy interesante"

Se asegura en la revista que los nombres son reales, y el escritor del libro
donde aparecen muestra de cada uno de ellos el D.N.I. correspondiente.

Agustín Cabeza Compostizo

* Que Dios le conserve el pelo...

Rosa Cortada Del Rosal

* se queda claro cuales fueron sus orígenes.

Mari Conde Playa

*mm.... siin comentariios

Antonio Bragueta Suelta

* No me digáis que no tuvo que ser una infancia dura...
Qué……. ¡¡"puteo"!!

Román Calavera Calva

* Este se puede juntar con el anterior... y crear una asociación "no sin mi pelo"
Alberto Comino Grande

* Perdón, ¿qué dices que tienes grande?

Eva Fina Segura

* Yo demandaba a evax.
* Qué infancia más traumática!

Margarita Flores del Campo

* Margarita Flores del Campo
* ¿¿Pero en que pensaban esos padres??
* ¿¿Eran hippies e iban fumados??

Isolina Gato Sardina

* Parece el título de una canción infantil

José Luis Lamata Feliz

* Matar la mató ¿pero se dejó encantada?

Miguel Marco Gol

* ¡Qué guay el tío!...
* Los padres marcándole el camino desde pequeño

Amparo Loro Raro

* A ti te decían de pequeña/o qué eras un bicho?...
* A ella se lo dicen todos los días

Benito camela

* weno.. sin vergüenzas!! ee!!!

Elena Nito Del Bosque

* jaja sin comentarios, pobretica!

Pascual Conejo Enamorado

Ejem... sin comentarios

Jesús Están Camino

*una oración simple
* Chiste fácil: ¿Está en camino de donde?

Ana Mier de Cilla

* Joder!. Si te apellidas Mier te puedes echar cualquier novia...
* Menos una que se apellide De Cilla... y por encima de todo no tengas descendencia

Rosa Pechoabierto y del Cacho

* ¿Nadie en su familia, ningún antepasado, se ha planteado cambiarse el apellido o mantenerse célibe?

Evaristo Piernabierta Zas

* Lo de el pobre Evaristo es una putada, empezando por el nombre,
* Pero llega a ser mujer y es como para no salir de casa

Presentación de Piernas

* ¡¡¡¡¡¡¡¡¡ayayayay!!!!!!!!!!

Dolores Fuertes de Barriga

* Pobre mujer, del servicio al medico, del medico al servicio.

José de la Polla

* En este caso el nombre es lo de menos

Ramona Ponte Alegre

* ¡i Esta mujer acaba siendo alcohólica que a nadie le extrañe, tanto ponte alegre!

Ana Pulpito Salido

* Si es que los pulpitos son así de locos!
* Ay Ana tú si que sabes...

Emiliano Salido del Pozo

* Soy minerooo...
* Ah no, que soy pocero

José Sin Mayordomo

* ¡¡¡Como todos, no te jode!!!

Pedro Trabajo Cumplido

* Este queda bien sin hacer nada

Abundio Verdugo de Dios

* Apuesto lo que quieras a que no estudió en un colegio de curas, ni fue monaguillo

Miren Amiano

* ¡No!, gracias.
* Esto es gusto por el exhibicionismo

Francisco José Folla Doblado

* ¡¡¡Lo que habrá tenido que aguantar...!!!

Fernando Coco Cuadrado

* No sé que decir…….. sigo pensando en Francisco José y su particular forma de montárselo...

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3 marzo 2010 3 03 /03 /marzo /2010 10:19

Lucia llegó al hospital una hora después de la llamada de Duke. Había dejado prácticamente de lado su trabajo para ir a ver a su ex marido, de hecho, no se atrevió a volver a verle desde que ocurrió el incidente.

Todavía recordaba la cara de Duke cuando la echó del hospital aquella vez. No le respondió ni le devolvió ninguna de las llamadas con las que ella pretendía disculparse, y al cabo de un tiempo dejó de hacerlas. De hecho, acabó desarrollando rechazo a los médicos y los hospitales, sintiendo culpa por lo que hizo… dos veces.

Cuando recibió la llamada se alegró, pero a la vez la invadió una ola de vergüenza. Esperaba que ese día nunca llegase, era consciente de que no sabría que decirle… Ni sería capaz de mirarle a la cara si se enterase de la verdad.

El ascensor se abrió, y más o menos a la mitad del pasillo podía ver a Vargas esperándola, cerca de la puerta de Javier. Cuando llegó a donde estaba él, ni siquiera le saludó. Estaba claro que no quería una conversación, él le dejó claro que sólo la llamó porque Javier se lo pidió, nada más. Dudaba mucho que volviera a verla como una amiga alguna vez.

—¿Desde cuando está consciente?

Vargas la miró sin demasiada familiaridad, confirmando que sólo la hablaba como médico, no como amigo.

—Hace unas horas. Dio un buen susto a una limpiadora. Cuando despertó estaba muy nervioso, tuvimos que sedarle. Pero aun así al rato de irnos Javier se levantó. Las enfermeras tuvieron que volver para llevarle de nuevo a la cama.

El médico miró en dirección a la puerta.

—Le dije que era pronto para recibir visitas, pero no quiso escucharme.

Ella no quiso contestar a eso… no quería hurgar en viejas heridas.

—… Pero no tiene ninguna secuela, ¿verdad? —preguntó ella de nuevo.

Vargas trató de explicárselo de forma sencilla, pero después cambió de idea. No quería estar delante de ella. No quería ni verla.

—Pregúntaselo tu misma. Yo tengo mucho trabajo —le dijo, pasando por su lado, con cierta prisa. Lucia no sabía si enojarse o agradecerle que se fuera.

Cuando se colocó frente a la puerta, detuvo su mano cuando le faltaba un centímetro para coger el pomo. Después de tanto tiempo viéndole en un estado intermedio entre la vida y la muerte, ¿qué iba a decirle? ¿Felicidades por haber salido del coma? ¿Qué se pasó noches en vela incapaz de dormir? ¿Qué casi lo mata en dos ocasiones para dejar de sufrir?

Se obligó a seguir adelante, teniendo la esperanza de encontrar las palabras apropiadas antes de entrar en la habitación.

* * *

Limbo… paz…

De pronto se sintió como absorbido en un pestañeo de su letargo, y abrió los ojos de golpe, con la mirada dirigida a la puerta. Notó el “click” que producía la puerta casi antes de producirse.

Una mujer entró. Alta, delgada, vestida con ropas oscuras y de pelo negro. Su actual actitud de incomodidad desapareció, reemplazada por una sensación de familiaridad. Lo poco que quedaba de Javier la reconocía.

Se incorporó quedándose sentado para verla mejor, ella le miraba, con una expresión que no podía entender, un descontrol de emociones a duras penas enmascaradas en un semblante serio.

—… Hola Javier…

No respondió al saludo. Sintió curiosidad por ella. Su cuerpo reaccionaba a ella de una forma muy distinta, era… ¿afecto?

Ella se acercó, lentamente. Se puso a su lado, tratando de sonreír, pero lo hacía con nerviosismo, y habló con cierto tono lloroso. No se sentía amenazado, de hecho quería saber lo que pensaba hacer…

—Has dormido mucho tiempo ¿eh? —y se sintió ridícula con lo que dijo. Se acercó a él y le dio un abrazo. Fue otra sorpresa para él, lo único que hizo fue parpadear. No era una mala sensación, de hecho parecía agradable. No la desconocía, pero con un cuerpo humano todo se veía diferente.

Ella se separó un poco, para mirarle a la cara, tenía los ojos llorosos.

—He esperado todo este tiempo para preguntártelo, ¿por qué lo hiciste? No… no fue tan terrible lo que pasó.

No respondió, sólo alzó las cejas. No sabía de qué hablaba.

—Javier, necesito saberlo, ¿qué pasó?, ¿qué…? —y ante la inexpresividad de su cara, ella calló un momento—. Javier, ¿recuerdas lo que pasó?

—… Lo cierto es que no… —terminó diciendo, despacio—… De hecho, casi no recuerdo nada.

Lucia se quedó bloqueada… tampoco contaba con eso. Al principio sintió un impulso por ponerse a llorar, pero no quería que la viera así… Tal vez fuese una oportunidad para arreglar un poco las cosas.

Luego pensó que tal vez sería mejor así.

—Tranquilo —le tembló un poco la voz al principio, pero luego dio una cálida sonrisa—… Lo importante es que ahora estás bien.

Javier alzó las cejas. Tenía razón, desde luego, estaba muchísimo mejor que donde estaba antes. Estaba más que contento, dejar una cárcel sin muros fuera de la realidad física y sin tener obligaciones con nadie le hacía sentir realmente libre. Ahora solo sería cuestión de tiempo y un poco de esfuerzo para asegurar su permanencia en ese pendenciero y pútrido mundo.

No sería un gran esfuerzo actuar como un humano.

—… Sí… estoy bien —dijo, sonriendo ampliamente. Por fuera únicamente mostraba parte de su alegría, y por dentro reía a carcajadas con euforia. No tenía señor, sus enemigos ancestrales abandonaron un edén en ruinas para que se destruyera a si mismo, y ahora era libre para hacer lo que quisiera con él.

Y esta mujer iba a ser uno de los medios para conseguirlo.

* * *

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3 marzo 2010 3 03 /03 /marzo /2010 10:15

Dormir a su entender siempre fue algo inútil, una necesidad biológica innecesaria, pero cuando lo experimentó por primera vez empezó a ver su utilidad en parte. No lo necesitaba, pero en cierta manera era muy reconfortante. Tranquilidad, sin el peso de la consciencia, una desconexión de vez en cuando. Le habría encantado pasar su encierro durmiendo, para no haberlo sufrido.

Pero un segundo antes de que la puerta del dormitorio se abriera, también lo hicieron sus ojos como producto de un presentimiento, totalmente despiertos y alerta.

Media hora más tarde, Vargas apareció en la habitación de Javier, junto a una enfermera que traía un carrito con comida. Pidió que saliera, para así poder estar solos. Se sintió como si estuviera viendo a un viejo amigo.

Él miraba a Vargas como hacía con todos, con seriedad curiosa.    

—¿Qué tal Javier? —empezó, con una sonrisa, tratando de empatizar con él, como cuando le recordaba—. Pensaba que tendrías hambre, así que… —del carro sacó un par de zumos y un vaso de plástico—. Dado que hace mucho que no usas tu estómago, tendrás que ir acostumbrándolo.

Abrió uno de los zumos y llenó el vaso, para ofrecérselo. Despacio, Javier levantó los brazos y aceptó la bebida. Mirando el fluido color naranja se llevó el borde a los labios. Entre sus recuerdos, como si fuese algo programado, su cuerpo bebió, de nuevo se sorprendió con nuevas sensaciones, el sabor le pilló desprevenido y sin querer algo le entró en las vías respiratorias. Tosió un poco en un acto reflejo, pero consiguió no derramar el vaso.

Al doctor parecía haberle hecho gracia eso.

—Cuidado, no te ahogues —dijo, al ver que seguía bebiendo, esta vez con avidez, y puso el vaso para que le echara más. Sirviéndole un poco más, trató de hablar con él—. Javier, ¿De verdad no recuerdas nada?

No habló hasta que terminó de beber.

—¿Conoces…? —pero evitó continuar y decir “conoces a Javier”, tenía que ser discreto. Hace rato llegó a la conclusión de que era mejor hacerse pasar por ese hombre—… ¿Me conoces?

Vargas se alegró de que entrara en la conversación.

—Claro. Lucia, tú y yo fuimos amigos desde hace mucho, acabamos juntos el instituto. ¿Recuerdas la tienda mi padre?

Conforme el doctor le mencionaba cada uno de esos recuerdos, a su mente llegaban evocaciones de los mismos, como si los estuviese viviendo. Aquello le provocó una pequeña migraña, y se llevó despacio la mano a la sien.

—¿Te encuentras bien?

—Sí, sí, no pasa nada… Duke —respondió, cuando se le pasó, y al fijarse, vio como el médico sonreía ampliamente.

—Parece que todavía te queda algo aquí —dijo él, tocándose también la sien con el índice un par de veces.

Era verdad que le interesaba indagar en el pasado de Javier, pero a él le llamaba más la atención aquella mujer que vino. ¿Por qué lloraba? Tal vez Vargas lo supiera.

—… ¿Qué me pasó?

Para los que lo sabían no les era fácil hablar de ello, y él no fue la excepción.

—Verás… te seré sincero, no se todos los detalles, pero estaba presente cuando llegaste aquí hace diez años. Según la policía te atropelló un coche, tenías casi todos los huesos rotos, estabas más muerto que vivo. Has estado durmiendo desde entonces, amigo. No sé cómo llegaste siquiera vivo al quirófano, y menos recuperarte de esta forma, incluso creo que podría publicarlo en una revista médica.

El silencio fue la respuesta de Javier. Un accidente ahora entendía muchas cosas, pero lo que no entendió fue por qué  ese cuerpo estaba vacío, no hubo resistencia cuando llegó, nada.

Comprendió entonces que no se había planteado que haría después, no hizo ningún plan premeditado ni nada por el estilo. Tenía que pensar en algo.

—… ¿Qué va a pasar ahora?

El rostro de Vargas mostró confusión.

—… No te entiendo…

—¿Qué es lo que tengo que hacer a partir de ahora? —dijo él.

El médico se sintió un poco cortado por la pregunta. Nunca se la habían planteado de esa forma. Sin embargo respondió como si le hiciese gracia.

—Yo no soy quien para decirte lo que debes hacer, solo puedo ayudarte para que te recuperes.

Javier parpadeó un par de veces, tenía su lógica, ellos tampoco tenían nada pensado para ese cuerpo que había dejado de ser inerte, solo tenían esperanza de que un día despertase. Supuso que tendría que encontrar su propio lugar en ese nuevo mundo.

Y para ello en principio tenía que salir del hospital, y la manera que más le beneficiaba era reparando su cuerpo.

—… Y… ¿Qué tengo que hacer para… recuperarme?

—Un par de análisis y pruebas médicas, solo para asegurarse de que el que estés despierto no sea algo pasajero. Te haremos unos test por si te han quedado secuelas del accidente, y rehabilitación para que recuperes la forma física, tienes los músculos atrofiados —y sonriendo llenó de nuevo el vaso—, y si no fuese medico, lo primero que te aconsejaría es que ganaras algo de peso.

Aceptó el vaso y bebió, con un poco más de pausa. Aquel hombre parecía de fiar, y no iba a rechazar la ayuda que le estaba ofreciendo. Ya que tenía algo que hacer, le apetecía empezar cuanto antes, y no solo con su cuerpo… y también quería hacer algo más.

—¿Por qué no está Lucia aquí? —preguntó recostándose de nuevo en la cama, pero no le dio tiempo ni a responder cuando continuó—… Quiero ver a Lucia.

—Tal vez no sea bue… —pero Javier le cortó de nuevo.

—Quiero hablar con ella —añadió, antes de cerrar los ojos. El no quería, pero su cuerpo necesitaba descansar un poco. Vargas se sorprendió por su actitud. Esperaba que quisiera verla, pero no de esa forma. Javier normalmente no se comportaba así… Parecía otro.

 

* * *

El cordón policial cercaba ambas aperturas del callejón en el que estaba el cadáver. Esa misma mañana, Julia Vinas aparcó a diez metros de la cinta. En cuanto se bajó enseñó la placa a los agentes que mantenían a la prensa fuera del escenario y pasó por debajo de la cinta, ignorando las preguntas de los periodistas. Algunos del departamento de homicidios hacían fotos en torno al cuerpo y a su alrededor. Su compañero David Cuerva ya estaba allí, ordenando a los demás agentes y pidiéndoles algo de prisa. Tardó un poco en darse cuenta de que ella estaba ahí, y levantó una ceja cuando vio sus ojeras.

—Joder pequeñaja, ¿no has dormido?

—Dormir es para los que no tienen nada que hacer —respondió ella, pasándose la mano por la nuca—, y para los que no reciben avisos a las cinco de la mañana.

De pronto David desvió la atención de ella.

—Por Dios, Sandoval, ¡quita de en medio esa manada de buitres del fondo, cojones! —ordenó a otro de los agentes, que fue para encargarse de la multitud, y volvió a centrarse en Julia—. Lo que vas a ver no es agradable.

—¿Qué me preparas?

—Algo que me habría hecho vomitar… si hubiese desayunado al menos.

Entonces ella lo comprendió.

—Dime que no es otra vez ese maldito bicho —preguntó, aun sabiéndolo de antemano.

—Lo siento —dijo, confirmándoselo de ese modo.

Los rumores sobre ese maldito animal se habían disparado en el último mes, al igual que los asesinatos. Historias de vagabundos borrachos sobre un león con cuernos, pero cada vez era menos ridículo, a medida que los cadáveres aparecían.

Se adentraron en la calle, hasta que junto a la pared, debajo de una ventana, encontraron el cuerpo.

Lo peor de esa cosa era que cada vez actuaba con mayor brutalidad.

Julia se quedó helada, pensaba que esa clase de muerte solo ocurría en las películas gore, que nadie era capaz de eso, ni siquiera los animales. No había una parte de su cuerpo en su sitio, y faltaba gran cantidad de sus órganos.

—Dios…

—A saber que pedazo cogerá el forense en primer lugar —dijo con seriedad. Era el séptimo según las cuentas de Julia.

—… ¿Quién es la hamburguesa?

Ramón Lobato, veintiocho años, dueño de una tienda de ropa alternativa. Encontramos… a su novia muerta también a doce manzanas de aquí. Solo le faltaba la mitad del cuello.

Ella cerró los ojos durante unos instantes, tratando de normalizar su pulso. Ocho, se había cargado ocho en un mes. Trataba de racionalizarlo, y llegó a la conclusión de que, sea lo que sea esa cosa, se estaba convirtiendo en un monstruo, igual que un león encontrando dulce la sangre humana.

—Ni los del zoo ni ninguna reserva de los alrededores contiene a un animal tan grande y fuerte como el que sea que hizo esto. Parece una puta trituradora de carne ambulante —recordó ella.

—Encontraron un rastro intermitente de sangre desde el otro escenario hasta aquí, y a medio camino una reja hecha trizas. Por suerte hay restos de pelo con capilares entre el amasijo de hierros, pueden decirnos a qué especie pertenece.

—Me da lo mismo lo que sea. Dentro de poco la gente no se atreverá a salir a la calle de noche si no la encontramos. Y es muy raro que siempre desaparezca así de fácil.

Mientras ella decía eso, David sacó un paquete de cigarrillos y ofreció uno con gesto cansado. Ella aceptó agradecida, necesitaba relajarse de alguna forma ante lo que estaba viendo.

—Rastrearon el alcantarillado de media ciudad y no encontraron nada, sólo ratas… es como un puñetero fantasma.

—Puede que tenga un dueño.

Ahora el sorprendido era él.

—Estás de broma ¿no?

—Llevo tiempo pensándolo. Solo eso explica cómo es capaz de desaparecer, un dueño lo podría esconder en un vehículo grande. Y si no míralo, mató a esa pobre mujer en el acto pero sólo se comió a este. Tiene que haber algún tipo que trate a esa cosa como un perro de presa. Joder, es un asesino que mata sin tocar.

Él se rascó la nuca.

—… No se Julia, no parece muy sólido. Piensa que las víctimas son muy al azar, y no hay pruebas. Además, ¿cómo sabemos que ha sido un animal grande y no una jauría de perros?

Julia alzó una ceja.

—… Ni nos lobos son capaces de hacer eso a una reja… David, apenas tenemos nada, solo esos pelos. Busca alguna relación entre las víctimas, un hilo del que valga la pena tirar –y después de pensar un poco añadió algo más—… Tal vez no sean tan al azar. Mira las cámaras de vigilancia de los accesos al metro, y consigue un mapa de las rutas. Puede que sean los accesos que utiliza para ocultarse.

Eso parecía gustarle más a David, pues no hizo preguntas, fue directamente a encargarse de ello. Julia en cambio, se quedó mirando los restos. Las moscas ya empezaban a aparecer, atraídas por la carne…

Era vomitivo.

* * *

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2 marzo 2010 2 02 /03 /marzo /2010 10:59
“Muchos piensan que los monstruos son criaturas creadas por la imaginación de los niños, que viven en relatos de terror o la televisión, que desaparecen al mismo tiempo que la infancia... Pero los verdaderos monstruos son los que viven entre vosotros como vuestros semejantes, ocultando su naturaleza tras una forma humana.”

“No elegí ser un monstruo.”

MaDRID, 25 de SEPTIEMBRE 2009

 

 

Hacía cinco horas que el sol cayó por el horizonte, y el cielo encapotado reflejaba un color rojizo a causa de las luces de toda la ciudad y de la tierra que arrastraban las nubes. No había un alma en la calle.

Chispeaba un poco, haciendo que el asfalto y las aceras gemelas brillaran tenuemente. Incluso empezaban a formarse charcos pegados a los bordillos.

De pronto un hombre tropezó con uno de ellos y cayó sobre el agua, que le empapó parte del pecho. Se levantó con la respiración muy agitada y siguió corriendo. El aire húmedo y frío le quemaba los pulmones de lo rápido que iba, notaba el latido de su corazón golpeando contra su cabeza, desbocado.

Todo producto del miedo.

Ramón corría por la acera sin parar, girando a veces la cabeza hacia atrás para ver si esa cosa seguía persiguiéndole, pero cada vez que creía que la había despistado, a los pocos segundos volvía a oír su trotar pesado y su bramido, cosa que le hacía volver a correr y volver a bombear adrenalina en enormes cantidades.

Jamás había sentido mayor miedo en su vida, ni tanto dolor.

Esa cosa… esa cosa ha matado a Vanesa…

Fue testigo de todo, volvían cansados de la despedida de soltero de Lucas, un buen amigo, y cinco minutos después, esperando al taxi que habían llamado por teléfono, escuchó aquel bramido descomunal, y esa enorme bestia se lanzó sobre ella.

Parecía un perro del tamaño de un caballo y musculoso como un león. La borrachera se le quitó de golpe con aquella cosa, y trató de quitársela de encima a Vanesa, pero ese monstruo lo apartó de un empellón con su cabeza, rajándole la ropa del torso con uno de sus cuernos y haciéndole un corte.

Comprendió que ya estaba muerta, Vanesa había dejado de gritar después  de que la enorme boca de la criatura la mordiera. Fue cuando salió corriendo en dirección contraria, no podía hacer nada por ella, y él solo no podía hacer frente a ese monstruo. Tenía que huir, escapar y pedir ayuda a la policía, a cualquiera que tuviese un arma.

La herida del pecho le escocía enormemente, y escuchó un segundo rugido, seguido de ese trotar. Esa criatura había decidido darle caza después de haberse llevado la vida de su novia.

Se metió por una calle estrecha a su izquierda, llena de cartones y tablones de madera a los lados. Diez segundos después oyó el estrépito de un cubo de basura cuando la criatura por su peso se estrelló contra él.

Ramón encontró delante de él lo que podía ser su salvación, había una reja que tapaba el callejón, con una puerta enrejada también. Aceleró su marcha al oír el trotar pesado de esa cosa cada vez más cerca.

¡Por Dios, que no este cerrada, por favor, por favor!

Arroyó la puerta, que por suerte se abrió, para luego cerrarla detrás de él y colocar el pestillo.

El sonido metálico se oyó dos segundos después, la bestia se lanzó contra la reja, pero resistió, no la derribó. Siguió intentándolo, levantándose sobre sus patas traseras y apoyando las zarpas sobre la superficie elástica de la reja.

Pudo verla con total claridad en ese momento. Lo que pareció ver y creía que era producto del alcohol. Su piel escamada y las largas púas en su lomo, sus zarpas del tamaño de la cabeza de Ramón, su cabeza leonina con los cuernos de toro que le hicieron el corte, y con una melena negra. Esa enorme bestia lanzaba zarpazos y mordía el alambre de la valla, deformándolo.

Estaba realmente acojonado, ¿de qué jodida pesadilla había salido esa cosa?

La enorme criatura con aspecto de león astado rugió, frustrada por no poder llegar al otro lado. Fue cuando se dio cuenta de que ese monstruo no carecía de inteligencia, no solo le miraba, estaba moviendo las aletas del hocico, oliéndole, ¡oliendo la sangre de su pecho!

Volvió a rugir, enloquecido por el olor a sangre como un tiburón, y lanzó una dentellada contra la reja, llevándose pedazos de alambre con cada increíble mordisco.

Una voz en su interior consiguió superponerse al pánico.

No tardará en echarla abajo, ¡muévete gilipollas!

Ramón salió de su parálisis por culpa del miedo y continuó corriendo. Tenía razón, esa cosa iba a destrozar la reja de un momento a otro, y aunque ahora tenía tiempo para alejarse sabía que le iba a encontrar, podía seguir el olor de su sangre.

Todo eso pasó diez minutos atrás, y estaba hecho polvo, apenas podía con su cuerpo del cansancio. Daba igual dónde se escondiera, acabaría dando con él si no ocultaba su olor a sangre, pero estaba tan desesperado que no se le ocurría nada. Necesitaba ayuda, pero si la pedía aquella cosa no necesitaría rastrearle, iría a por él directamente por los gritos.

Tenía que ocultar su olor.

Corrió hasta que los músculos parecían estar hechos de goma elástica, fue cuando encontró la forma. Unos contenedores de basura, era un olor tan fuerte que puede que enmascarase el suyo.

Estaba tan cansado que tuvo que reprimir un impulso para vomitar, pero no se paró ahí, abrió la tapa, se metió dentro y la cerró.

El latido de su corazón todavía resonaba en sus oídos, ahora más fuerte por haber parado de correr. No tuvo que esperar mucho, al cabo de un rato, fuera se escuchaba el respirar fuerte de la criatura y el sonido de las garras sonando contra el asfalto. Se esforzó por no hacer ningún ruido, por calmarse, rezando para que esa cosa pasase de largo.

Oyó a la criatura emitiendo un rugido leve, como de repugnancia y de rechazo, y al poco notó que se alejaba trotando, dejándolo todo en silencio.

No supo decir cuanto tiempo estuvo ahí metido, diez minutos o media hora. Se permitió sollozar un poco, no solo por miedo, sino por la pérdida de Vanesa. Después de un rato se atrevió a salir cuando tuvo un problema con la falta de aire fresco.

Suspiró, aliviado enormemente cuando al abrir la tapa vio que solo estaba él en la calle. Cogió su teléfono móvil, y se dispuso a apretar los números, con intención de llamar a la autoridad local.

 — Una buena noche para robar basura, ¿no?

 No llegó a marcar, y se dio la vuelta para mirar al desconocido. Un hombre de pelo castaño y largo, de metro ochenta y cinco y rasgos duros, le miraba con una sonrisa en la boca. Sus ropas eran de color negro (camisa, pantalones y botas), y llevaba gafas.

—Tiene que marcharse, hay un animal suelto y…

—Lo sé.

Ramón se quedó perplejo, confuso. ¿Cómo podía estar tranquilo?

—…¿Qué?

El desconocido se limitó a reír, aquello no le hizo ni puta gracia, ¿se estaba descojonando porque no se lo creía? Sintió ganas de sacudirle allí mismo, pero él seguía riendo, sin parar.

Los ojos de Ramón se pusieron como platos por el pánico. Ese monstruo se estaba acercando, silenciosamente, por detrás del desconocido, y a punto estuvo de advertirle, de gritarle…

…Y se atemorizó todavía más cuando la bestia se puso a su lado y se sentó.

El desconocido pasó la mano por el pelaje del león astado, pero la criatura no desviaba la mirada de su próxima comida. Ramón se habría meado encima de no ser porque estaba demasiado paralizado para ello. Fue cuando el desconocido empezó a hablar.

—Me hace mucha gracia que tengas una relación con la putita de antes y a la vez te estés tirando a Danael con el resto de sus lameculos.

Aquellas palabras impactaron sobre él, empezaba a entender, y entonces supo quién era él. Habló tartamudeando, pero con ansiedad.

—… Nos habló de ti, te llama devorador… pero e… este no es tu territorio.

—¿Y me tiene que importar? —preguntó, y el león astado levantó la cabeza, mirando a su dueño como pidiéndole carta blanca para actuar—. Voy a donde me place, esa hipotética tregua nunca existió para mí. Directamente no os mato a todos porque luego no tendría a nadie con quien jugar. Además, tengo que racionarle la comida a mis mascotas.

Acarició detrás de la oreja derecha al león, y este volvió a mirar a su presa.

—Será divertido ver la cara que pone tu “diosa” mientras ve tu nombre en la primera página del periódico.

No pudo aguantar más, salió corriendo callejón abajo, jadeando.

—Nicky…

Cuando dijo su nombre, el animal que antaño era un lobo fue tras él, y Ramón oía el pesado galopar de “Nicky” cada vez más cercano.

¡No, no, no, no…!

Un último bramido de triunfo a su espalda, y ya estaba perdido. Sus gritos se escucharon dos manzanas a la redonda, aunque a oídos del devorador fue música celestial. Disfrutó de la enorme agonía de aquel humano, pero eso solo fue un bocado insignificante para él.

Aun así, prefirió retirarse por esa noche. Nicky pronto terminaría su cena y volvería a casa, sabía como volver sin ser visto. Se conformaba con que el terror removiera a los seguidores de esa corruptora, dejarían de adorarla, mermarían su poder y sus posibilidades.

Y a largo plazo su vida.

—Danael, un día no tendrás agujeros en los que esconderte ni sectarios de los que nutrirte, preciosa —contestó al silencio de la noche, sabiendo que ella escuchaba cada palabra.

Era hora de largarse. La policía no tardaría en aparecer.

* * *

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