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8 marzo 2010 1 08 /03 /marzo /2010 14:05

La vida de Rocío cambió hace casi diez años.

Ella continuaba en su despacho, apartándose por un momento de la multitud de abajo, tomándose un tiempo para organizar sus pensamientos. Recordó lo ocurrido aquella vez.

Se perdió a si misma durante su juventud, apenas tenía confianza ni autoestima, su niñez fue difícil en el colegio, y de allí  en adelante las cosas iban de mal en peor. A la larga eso la llevó a irse de casa, en un intento de arreglar su vida, pero lo único que consiguió fue acabar siendo destrozada y extorsionada por alguien a quien quiso.

A raíz de ese dolor, fue cuando bajó la guardia.

En un instante las cosas cambiaron, pensaba que estaba loca, que la voz que oía era solo producto del delirio y del dolor. Una voz que le prometía lo que quisiera, todo lo que imaginase.

Tardó dos días en aceptar la oferta.

Ahora, era dueña de un local que era el éxito, por encima de las discotecas, los bares o los casinos, un club en donde todos iban en busca de diversión, compañía, fiesta… todo lo que pidieran.

Lugar que llamó Sucubus Nest.

Aquella voz la invadió y se apoderó de Rocío porque ella se lo pidió, dejando que una entidad tan vieja como el tiempo entrara dentro de ella y tomara las riendas. Desde entonces, la humana a veces quedaba en un segundo plano, viendo todo lo que aquel ente hacía a través de su cuerpo. Un lado formaba parte del otro de forma recíproca, y eso le gustaba.

Al principio estaba encantada con los arrebatos de la corruptora. Fue feliz cuando Danael la ayudó a vengarse y dejar en la miseria al cabrón de su exnovio, fue feliz al dar rienda suelta a las ansias de hacer daño del demonio contra cada mal nacido que osó dañarla a ella, y fue feliz también cuando de pronto todos la querían y necesitaban de su ayuda, dando cualquier cosa… Pero poco más tarde se dio cuenta de lo que estaba perdiendo, de que ella se estaba perdiendo a si misma. Trató de frenar a esa criatura y de expulsarla de sí, pero no era capaz, no sabía la forma. Sin embargo ese ente infernal no ejercía un control total sobre ella, por lo que quedaron en tablas. Danael no se dejaba llevar por sus vicios y Rocío no trataría de echarla.

Poco apareció su primera fuente de poder, Diego. Fue el primer humano que Danael conoció al volver al mundo material y consideró no destruir su vida, y gracias a él no se convirtió en una bestia con ansias de muerte, fue un soporte para… volver atrás. Demostró ser muy eficiente a la hora de cumplir lo que le pedía, y poco a poco, junto a él, levantó su pequeño y primer imperio.

Con el tiempo y su ayuda montaron aquel negocio, pero en un lugar más estrecho y apartado del centro. El éxito fue inmediato, ya fuese por el buen servicio de cara al público o sus promesas en la intimidad. Se corrió la voz de que era el garito más popular con mejor servicio y clientela al par de semanas, clientela que utilizó para hacerse más fuerte, a la hora de cumplir sus deseos más mezquinos.

Con el tiempo también aprendió que no era necesario matar a nadie para divertirse, cosa que al ente no le gustó al principio, por la negativa de Rocío a que siguiera matando. Incluso consiguió que se hiciera menos visceral. Eran mitad y mitad, cada una equilibraba la otra. Danael daba a Rocío fuerza, y ella evitaba que la caída lo destrozara todo. Eran una sola.

Rocío, aunque no era un monstruo, tampoco era una santa. Algunas de las apetencias de Danael si la confortaban. De vez en cuando utilizaba a los seguidores que no eran demasiado útiles para su propia diversión. A veces jugaba con ellos y sus esperanzas para ver su desesperación, otras les ayudaba a salir del pozo de la miseria mientras se reía a carcajadas, algunas veces se limitaba a ordenarles cosas degradantes o casi imposibles a cambio de lo que deseaban.

Lo divertido era que se esclavizaban ellos mismos, ella apenas tenía que pedir algo.

Poco después tuvieron que trasladarse a donde estaban, pues el anterior casi siempre permanecía abarrotado, lo que llamaba la atención de la policía. En más de una ocasión intentaron hacerle redadas, en busca de narcóticos o cualquier otra actividad delictiva que se les ocurriese. Imbéciles, no necesitaba de alucinógenos para dejar a sus clientes “alucinados”. De hecho sus clientes fueron avisados de que, en caso de no cumplir sus reglas (como la de nada de drogas), pasarían un mal momento y después sufrirían un trágico accidente.

No le hacía falta expandir más el negocio, no tenía delirios de grandeza ni perseguía más poder y fama del que ya tenía. De hecho, disponía de suficientes recursos para solucionar la vida de Rocío y tres generaciones por delante… Además, de haber continuado, aparecer de la nada como una millonaria en la alta sociedad atraería las sospechas.

Pero al menos tendría medios humanos para quitar de en medio al maldito devorador.

En el presente, el problema con ese demonio encabezaba la lista de Danael, él y su empresa lo primero que pretendían eran suprimirla, quitarla de en medio para sus planes a largo plazo. Al comienzo fue una mera molestia, pero más tarde se convirtió en un factor de riesgo demasiado grande.

Desechó la idea de usar humanos tan pronto como se le ocurrió. Un antiguo guerrero celestial puede triturar cualquier mortal que se pusiera delante. Un Elohim, en especial uno de esa clase, solo puede ser destruido a manos de otro… o de una enorme catástrofe.

Por desgracia, Danael no era lo bastante fuerte como para hacerle frente sola, no a menos que recuperase lo que perdió. Y aun así sería difícil, su clase no era muy eficaz en la guerra, tenía otras funciones.

Esa sensación que tuvo días atrás, a veces pensaba en ella. Era un poder demoníaco, de eso estaba segura, pero no cómo el suyo ni el de su enemigo. Era fuerte, pero caótico y desenfocado, como el llanto de un recién nacido, lo que significaba que hacía muy poco que se liberó. De ahí en adelante continuó repitiéndose, al menos una vez cada uno o dos días. Ella entendía perfectamente el por qué, estaba asegurando su permanencia.

Pero cuanto más actuaba, más nerviosa se ponía ella. Con cada vez se exponía más a que el devorador le detectara.

La intensidad le hizo recordar las primeras casas celestiales. Castas de lideres, comandantes de la guerra… No reconoció quien fue, pero estaba lo bastante cerca como para sentirle cuando actuaba.

Solo deseaba que no fuese un nuevo enemigo.

Por el teléfono le llegó una llamada, y ella lo cogió sin dudar. Era uno de los porteros, avisándola de que un par de policías estaban en la puerta y querían hablar con ella.

¿Otra vez? ¿Es que no se cansan nunca?

Miró su reloj, faltaba poco para que se hiciese de noche.

* * *

Duke estaba bastante impresionado con el avance de su amigo. No solo respondía bien a la rehabilitación, Javier se mostraba mucho más receptivo que al principio, demostraba que quería colaborar. Su desarrollo fue notable, física y mentalmente. Si de primeras no podía mantenerse en pie, ahora casi podía subir las escaleras sin sudar apenas. Había ganado peso en ese tiempo, ya no parecía un esqueleto viviente.

Su memoria también mejoraba, aunque todavía no entendía muchas cosas, ahora por lo menos reconocía los conceptos de distintos objetos y actividades. Se alegró mucho de que sin que se lo mencionase dijese que quería afeitarse. En cuanto lo hizo se transformó en una persona completamente distinta, parecido a como era antes, incluso había adquirido un poco de color.

Si todo seguía así de bien, en un par de días podría darle el alta.

Lucia visitaba casi diariamente a Javier, a veces ayudándole con la rehabilitación. Duke sabía perfectamente que aun con su separación, ella seguía teniendo sentimientos hacia él. Javier tenía suerte de que alguien se preocupase tanto por él.

Vargas miró su reloj, las cinco y media. Tenía que mirar a un paciente en la doscientos cinco, se le había diagnosticado pleuresía, se recuperaba poco a poco pero no era una enfermedad fácil.

De camino, se encontró a la jefa de enfermeras, Beatriz, que le cortó el paso.

—Vargas, tenemos que hablar.

Beatriz parecía que había estado corriendo por medio hospital, le faltaba el aliento.

—¿Qué ocurre?

—Es la paciente de la trescientos cuarenta y seis. El doctor Alonso dice que vaya lo antes posible. No te lo vas a creer.

Dos minutos más tarde, llegaron a la habitación de Brenda, que estaba sentada en el borde de la cama, con Alonso mirando los reflejos con una luz frente a sus ojos.

Ambos giraron la vista hacia él, y Duke no se lo creyó, era imposible.

Fue cuando Alonso habló.

—Yo tampoco lo entiendo, ha sido capaz de leer mi nombre en la bata desde la puerta.

No podía ser verdad. ¿Una ciega que de repente es capaz de ver?

—Y no solo la vista —se incorporó y dio a Vargas el resultado de las pruebas que le hicieron por la mañana.

Cuando el médico miró los resultados se quedó boquiabierto, sin saber que decir al principio, salvo manifestar la increíble verdad que veía.

—… Su corazón esta perfecto.

—Está hasta mejor que el nuestro, ha mejorado hasta su nivel de colesterol. No puedo explicarlo Duke, es como si fuese…

—¿Un milagro? —cortó el preguntando.

Ya era la tercera vez que pasaba. Brenda no fue la primera que había mejorado milagrosamente, en dos semanas habían pasado dos cosas como esa, un hombre con leucemia en un estado muy avanzado, en su último chequeo mostró negativo, incluso le había crecido el pelo un poco días después de haber recibido radiaciones. Y también un hombre con cáncer de pulmón, los tumores habían remitido cuando se esperaba que metastatizasen en cualquier momento. Ella era el tercer paciente que se recuperaba por completo de una enfermedad mortal, sin explicación posible.

También había rumores de una especie de fantasma que rondaba por los pasillos del hospital, los de seguridad estaban nerviosos, ¿tendría aquello algo que ver?

—Señora García, ¿cuánto hace que puede ver?

—Desde esta mañana, sin duda ha sido un regalo del cielo.

No lo comprendía, Vargas era una persona racional, todo debía tener una explicación razonable, los milagros no pueden ocurrir porque sí. Revisó las pruebas, no constaban sustancias anómalas en la sangre, lo que significaba que no se había tomado nada para esa increíble recuperación.

Dieron el visto bueno a la anciana y dejaron que las enfermeras la llevasen de nuevo a su habitación. Entonces se sintieron capaces de hablar abiertamente.

—… Como sigamos así la prensa nos comerá vivos a preguntas.

—Tampoco lo descarto. Me imagino el circo mediático que montarían de saberlo —respondió Vargas, con la cabeza baja y un par de dedos masajeándole la frente. No lo vio nada alentador—. Por suerte, no ha venido ningún periódico ni cadena.

—Por ahora.

A Vargas no le gustaba esa posibilidad. No era que no viese como algo positivo esas “recuperaciones”, pero temía lo que vendría después. De saberlo los medios de comunicación, en menos de una semana el hospital estaría abarrotado de pacientes, buscando también una cura milagrosa. Aquello se volvería una jaula de grillos.

No podían hacer nada y lo sabían, ¿cómo evitar algo que es imposible?

—… Tengo que ir a la doscientos cinco, un paciente con pleuresía. A ver si hay suerte y también se nos cura —dijo bromeando, y saliendo de la habitación.

No era ni un crédulo ni un idiota, ¿gente sanada sin más como por obra de una voluntad divina? Demasiado bonito para ser cierto. Alguien, con medios que no fue capaz de imaginar, era el responsable de todo.

* * *

Tomás estuvo al menos una hora encargándose de las nóminas del mes de abril, y de la baja por enfermedad de uno de los técnicos. Ese tipo no le parecía trigo limpio, cuando volviese estaría observándole una temporada. Terminó todo, lo archivó y giró la llave del cajón. Sí, era un buen trabajo, aunque a veces demasiado monótono, por eso Tomás era de los que preferían terminar cuanto antes para poder tumbar los pies sobre la mesa de forma holgazana “con el deber cumplido”. Sin embargo el aburrimiento le podía, ese día iba a ser largo.

Al cabo de un rato jugando al solitario, al buscaminas y al póquer online, sintió la necesidad de ir al baño. Después de todo, se había pasado la mitad de la mañana bebiendo agua.

Cuando salió, vio a la mitad de los empleados charlando delante de la máquina de café. Tampoco les iba a decir nada, pero… bueno, esa serie le encantaba.

Al entrar al baño no encontró a nadie, y de camino a los inodoros se miró en el espejo. Estaba presentable. Al llegar, tres de los seis que había allí estaban cubiertos por bolsas de basura negras, lo que significaba que todavía no los habían arreglado.

Se puso delante del tercero, y se pasó la mano por la frente. Algunas veces tenía ganas de irse directamente a casa.

Fue a llevarse las manos a la cremallera, pero la sorpresa le dejó por un momento incapaz de reaccionar. Ya había unas manos ocupándose de aquello, unas manos delicadas y muy finas.

 —No me ha gustado nada la forma en que me miró antes —escuchó junto a su oído en un seductor susurro, Tania con tacones era tan alta como él.

Por su parte, Tomás consiguió tener algo que decir, pero no lo dijo con incomodidad ninguna.

—Se supone que este es el aseo masculino.

—¿Quiere que me vaya? —contestó, apretando un poco. Él solo emitió un leve gemido de incorrección, pero una sonrisa apareció en su cara, cuando sintió como sus generosos pechos se pegaban a su espalda—… ¿O necesita algo más, señor Ferrero?

A punto estuvo de vacilar, pero consiguió mantenerse.

—Podría interpretarlo como acoso sexual.

—A otra perra con ese “hueso”. ¿Crees que no lo sé? Toda la oficina habla de que te has estado tirando a la mitad de las chicas de la limpieza, y ahora empiezo a entender por qué no te denuncian.

Un golpe bajo, nunca mejor dicho —pensó.

—¿Estás molesta?

—Celosa —respondió, al mismo tiempo que empezó a usar la lengua para jugar con el lóbulo de su oreja.

Eso si que no se lo esperaba, y menos de parte de ella. Aquello sobrepasaba el autocontrol de Tomás, que empezaba a excitarse, y a punto estuvo de pedirle que parase, normalmente el dominaba la situación.

—Pues antes parecías más reacia cuando me evitabas ¿por qué ahora?

No le contestó todavía, simplemente se la sacudió cuando terminó de mear, luego sin soltarle le hizo darse la vuelta para llevarle contra la pared de azulejos, casi violentamente. Y antes de que él hiciese nada le besó, de una manera tan prolongada y lujuriosa que la lengua casi le ahoga.

Y cuando Tomás casi se había rendido del todo, cuando estaba a punto de dejarse llevar, fue cuando ella paró y con una mano se separó de él.

—Ahora no cariño, cualquiera podría entrar. Acompáñame a casa cuando la jornada acabe y todos se vayan. Allí podremos jugar sin molestias.

Le dio un último apretón antes de soltarle y con un andar contoneante se alejó de él, sonriente.

—No me hagas esperar —le dijo, antes de abrir la puerta y salir.

Tomás tardó un poco en darse cuenta de lo que había pasado. Al final se había quedado allí, solo, apoyado en la pared y sudando. Lo consideró todo y esperó un poco para que su cuerpo se normalizase y diese margen de tiempo a Tania. Aprovechó para arreglarse y repeinarse con las manos frente al espejo, y esperó un poco antes de coger el teléfono y marcar el de su casa.

—Cariño, ha surgido un problema y tengo que quedarme hasta tarde… El ordenador, que se ha bloqueado y ahora tengo que terminar los informes a mano… de acuerdo. Guárdame la cena… Sí, yo también te quiero.

* * *

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Comentarios

C
<br /> Lo de entrar al foro del juego, para que juego es?<br />
Responder
T
<br /> <br /> Ah, es un proyecto que tuve antes. Un foro para jugar a Demonio: la caida. Pero de momento el foro está sin actividad y no hay tiempo para masterear debido a obligaciones personales.<br /> <br /> <br /> En cualquier caso, seguiré escribiendo en el blog con regularidad.<br /> <br /> <br /> <br />